viernes, 17 de agosto de 2007

Carta abierta a mis adversarios del PRO


Por FERNANDO IGLESIAS
Perfil, 25.06.07

Les causará sorpresa saber que los he votado ayer siguiendo las indicaciones de nuestro presidente. Llamó Kirchner a votar contra los que querían poner el Presupuesto de Buenos Aires en manos de la familia Macri y yo me acordé del Ferrocarril Belgrano Cargas, entregado sin licitación a Franco Macri por el Gobierno nacional, y voté PRO. Dijo Kirchner que había que votar contra los noventa y yo tomé las dos boletas, taché a los candidatos que habían sido funcionarios públicos en los noventa, hice la cuenta, y voté PRO. Sostuvo nuestro inefable líder que había que evitar que la derecha ganara la Ciudad, y yo me acordé del eslogan fundacional de la izquierda, “Libertad, igualdad, fraternidad”, y me pregunté quién era una amenaza a las libertades y a las instituciones que las garantizan, quién había dividido al país en dos bandos antifraternos y quién festejaba hoy como un triunfo el haber vuelto a los índices de desigualdad de 1997. Y voté PRO.
Insisto. Voté al PRO y no al macrismo. En primer lugar, porque este país dejará de ser este país del que hablamos con desprecio sólo cuando sus instituciones superen sus personalismos. No hay gonzalismo en España, ni lulismo en Brasil, ni laguismo en Chile. Pero hay alfonsinismo, menemismo, duhaldismo y kirchnerismo en Argentina, y así nos va. En segundo lugar, porque para alguien de izquierda toda candidatura empresarial es sospechosa. La democracia existe, en gran parte, para compensar la acumulación de poder en manos de las minorías ricas poniendo un voto por persona en manos de las mayorías pobres. Aunque legal, toda candidatura empresarial supone una violación a reglas no escritas pero legítimas.
Dicho esto, las candidaturas de la derecha no son de mi incumbencia, aunque no puedo dejar de señalarles que la propia campaña ha demostrado que en el PRO existían candidatos potencialmente ganadores de un nivel político superior al de Mauricio Macri. Voté al PRO, decía, con la esperanza de que por fin aparezca un partido democrático de centroderecha, racional, moderno y republicano, orientado al mundo y al futuro y no a la infinita discusión del país y su pasado. Voté al PRO esperando que el arco político argentino deje definitivamente atrás las dos polaridades (dictadura-democracia, radicalismo-peronismo) que han caracterizado la Argentina fracasada del siglo XX.
Voté al PRO esperanzado en que surja una nueva polaridad, derecha-izquierda, unánimemente racional y republicana, como la que rige –con sus características nacionales peculiares, cómo no– en los treinta países en los que hasta los ciudadanos más pobres tienen garantizadas sus necesidades básicas y el derecho a la libertad, la salud y la educación; países en los que frecuentemente han gobernado candidatos de derecha pero nunca un mamarracho como el kirchnerismo de hoy. Voté al PRO porque creo que ustedes, los del PRO, son mis adversarios y no mis enemigos, ya que no considero enemigos sino a quienes mienten y roban sistemáticamente mientras destruyen las instituciones democrático-republicanas sin las que no existe libertad, ni igualdad, ni fraternidad.
En un país que soñaba con una nueva política y está viendo una nueva puesta en escena de lo peor de la vieja, que esperaba transformarse en un país en serio y se ve reducido a presenciar los episodios del absurdo grand guignol presidencial, un país al que le fuera prometida la redistribución de los panes y los peces y comprueba hoy que la fiesta para pocos no se terminó, se han cargado ustedes de una grave responsabilidad. Se han cargado de responsabilidad porque el populismo kirchnerista ha nacido, como todos los populismos, de la debacle causada por el elitismo que lo precedió. Yrigoyen surgió de la crisis de la república liberal; Perón, del agotamiento del orden conservador; Kirchner, del desbarrancamiento del menemismo y su pálido remedo aliancista; todos ellos, de los votos de una mayoría de ciudadanos defraudados por “republicanismos” excluyentes y ajenos a la cuestión social. Si mañana en Buenos Aires se hacen ciertas las amenazas con las que el Presidente ha torturado a los electores porteños, si la Capital sigue siendo la ciudad de los negocios menemistas, si los problemas que dejó intactos el falso progresismo ibarrista no son resueltos y si la escandalosa brecha entre sus ricos y pobres no es drásticamente acortada con salud y educación públicas de calidad, un nuevo y peor populismo nos aguarda a la vuelta de la esquina.
Pero si el triunfo de ayer del PRO en Buenos Aires y la pelea del ARI en Tierra del Fuego (y –ojalá– la victoria futura del socialismo en Santa Fe) dan lugar a una nueva política y a un proyecto de país en serio como los que Kirchner prometió y no cumplió, acaso la Argentina ombliguista, patriotera y fracasada del siglo XX dé lugar a un país avanzado inteligentemente integrado al mundo y que mira al futuro con esperanza y pasión. Y acaso se acabe entonces, definitivamente, la hegemonía de los dos grandes partidos que la han gobernado desde 1983 en acuerdo con un iceberg corporativo del que ellos son sólo la parte visible, cumpliendo la difícil hazaña de que sea hoy aún más pobre y socialmente injusta que la que la dictadura nos dejó.
No he votado a Alfonsín, ni a Menem, ni a De la Rúa, ni a Kirchner, ni a ningún candidato local ganador que recuerde. Muy a mi pesar, como hombre de izquierda, Macri es el primer candidato al que voto en mi vida que gana. Me consuela pensar que la distancia que lo separa de Videla es mucho más amplia que la que divide hoy a nuestro presidente de la “juventud maravillosa” de aquellos años sangrientos. Espero que todos ustedes, mis adversarios del PRO, me den la oportunidad de haber tenido razón.
* Periodista y escritor. Su último libro es Kirchner y yo – por qué no soy kirchnerista.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Ni para mandarse cartitas de amor entre ustedes (PRO-CC), pueden olvidarse de Kirchner jaja
¿asi que piensan en este pais con desprecio?... mira que lindo escuchar eso de parte de un representante del pueblo.